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martes, 13 de abril de 2010

2 - El mensaje

Sentado en la mesa del comedor, mientras dejo enfriar el café, pienso en cuantas ocasiones ha sido esta mesa privilegiado espectador de tantas conversaciones triviales, viejas historias de viajes de mis antepasados, discusiones acaloradas, miradas complices, traiciones, muerte.

Recuerdo la historia que me contó Adelia sobre el final de mi abuelo, Johan, un gran crápula. Esa noche, según cuenta Adelia, la Muerte se materializó como una sombra, una silueta amorfa que se transformaba en una sobrecogedora figura erguida sobre la cabeza de Johan, dispuesta a arrancarle el alma. En el momento que con su guadaña sesgaba la vida de su nuevo compañero, lanzó un mensaje al resto de comensales, que recibieron en su mente sin que una sola palabra rompiera el opresivo silencio que inundaba el comedor. Como si la misma dama de negro les hablara desde el interior de su cabeza. Tú también vendrás. Todos lo haréis, pronto.

El cuerpo de Johan cayó sobre la mesa como una losa. De sus oídos manaba un fluido denso color calabaza mientras sus miembros aún convulsionaban. Copas caídas. Rojo sangre empapando el mantel. Todos quedaron petrificados durante lo que pareció una eternidad. Hasta que un grito desgarrador salió de lo más profundo de Nora, que se lleva las manos en la boca intentando apagar ese horror. Gemidos y llantos ceden su sitio a las preguntas…

Los entonces presentes eran Nora, esposa de Johan; Eudoxio, hijo primogénito; Eric, hijo segundo; Eldrid, hija tercera, mi madre; y Alina, ama de llaves y madre de Adelia, que contaba entonces con 9 años. Adelia no asistió a este terrorífico aconteciemiento, pues entonces asistía a un internado a varias millas de la casa.

Fue a raíz desde aquel suceso cuando empezaron los fenómenos que han atormentado a los huéspedes del caserón durante tantos años, sin que nadie hasta el momento haya podido darle una explicación. Mis hermanos emigraron años después a América en busca de nuevas oportunidades, aunque yo sabía cual era la verdadera razón de su marcha. El miedo. Nunca más quisieron tener noticias referentes al viejo caserón familiar.

Yo, en cambio, decidí que nunca dejaría este lugar sin antes dar respuesta a tantos misterios. Y junto a mi fiel Adelia quedé aquí con ese único propósito.

- El café se enfría, dijo Adelia devolviéndome de nuevo al presente.

...Kuurus

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