Iniciativa ALECAR

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Si Stephen King y Peter Straub lo hicieron, nosotros también.

jueves, 17 de junio de 2010

13 - El viaje

Adelia ha debido estar preocupada y respira profundamente al verme entrar en el caserón. Me dirige al comedor y pretende que desayune, pero mi estomago está resentido y apenas pruebo bocado. Percibe que tengo intención de levantarme de la mesa e intenta cuidarme:

- Ahora deberá descansar, tiene el baño preparado por si desea asearse.

- Adelia, no he llegado a Ynys.  Bueno, en realidad llegué a la villa de Ynys y entré en la taberna, pero no apareció la gente habitual… por la mañana no tuve valor de ir al centro del pueblo, después de la noche tan extraña que he pasado. No he podido encontrar respuestas, sino que traigo más confusión aún.

- Pero entonces al menos habló con alguien ¿qué le ha pasado?

Hago una pausa mientras selecciono lo que no quiero contar. No le hablaré de la invocación en el bosque ni del mendigo.

Normalmente Adelia no estaba al tanto de los detalles de mis elucubraciones, aunque es muy perspicaz y como suelo preguntarle a menudo sobre nuestros antepasados, conoce perfectamente mis inquietudes sobre los intrigantes fenómenos que acontecen en el lúgubre caserón familiar. Últimamente muestra mayor interés, aporta algo más que ayuda en las investigaciones sobre el pasado de nuestras familias, ligadas en torno a estas tierras desde donde está escrito.

Sin dar demasiados detalles y con excesiva prisa, quiero explicarle no sólo los hechos, sino también las sensaciones que había sentido y que aún dejan rastro en mi ánimo:

- Al pasar por el bosque ya noté algo extraño. Me perdí.

- Pero si conoce el bosque como la palma de su mano.

- Era otro sitio, Adelia. La niebla me desorienta siempre, pero esta noche estoy seguro de que aparecí de pronto en otro sitio, no sé cómo.  Era un claro en el bosque, iluminado a pesar de la luna nueva… un sitio que debe estar muy lejos de aquí porque conozco bien los alrededores y jamás lo había visto. Al cabo de un rato, no sé cómo, volví a aparecer en el camino y continué.

Prefiero omitir que, arrastrado por la inexplicable sensación de acudir a una peligrosa cita, llegué al claro entre los árboles y me introduje sin dudar dentro de la figura dibujada con guijarros en el suelo. Aún más me avergonzaría contarle que pronuncié palabras del libro escrito por el misterioso C.P.B. con la misma letra que la letanía de la tumba de mi abuelo, y que en un alarde de valentía e incredulidad ofrecí mi lealtad eterna buscando algún tipo de protección.

- Le tengo dicho que no abuse de la pipa.

Me sale una carcajada. Si le llego a contar todo pensaría que he perdido el juicio de verdad. Pero es una broma, Adelia suele hacerme reír. Es fácil hablar con ella porque incluso con los asuntos más peliagudos es capaz de crear un ambiente distendido.

- No bromeo… y eso sólo fue el principio.

- ¿Y por qué no volvió a casa? No sería para tanto, no se debió asustar mucho.

- La verdad es que ni lo pensé, no sé en qué pensaba… hubo un buen rato en que lo hice todo por instinto, de pronto eran las doce y llegué a la taberna. Allí pasó algo muy raro, creo que me drogaron.

Su expresión cambió al decir que me habían drogado.

- ¿Que le drogaron? ¿En la taberna de Molly? ¿Y la gente no hizo nada, no estaba Gill, ni Molly o Alan, nadie de la parroquia, ni el grupo de los…

- ¡Tranquila Adelia! Que estoy bien. Ya digo que no apareció la gente habitual, ni siquiera estaba Molly. Fue muy extraño.

Quizá Adelia pueda encontrar alguna lógica que a mí se me escapa en torno a todo lo sucedido. Sé que debo explicarle todo poco a poco, pero me atropellan mis propias palabras:

- Adelia, hablaron de mi abuelo. Creían que yo estaba inconsciente pero lo oí todo. Necesito que me cuentes…

- ¿Quién habló de su abuelo? Explíquese poco a poco.

Más despacio, describo mis recuerdos borrosos, le hablo del tuerto y los otros hombres de la taberna. Adelia se mantiene expectante y con su silencio me invita a seguir hablando.

- Necesito que me expliques en qué estaba metido mi abuelo. Hablaron de una máquina a la que tenían un respeto enorme, y de unos influjos a los que yo había estado sometido. A mí me debieron drogar porque pensaban que yo sé algo, supongo que sobre mi abuelo. Decían que queda poco tiempo y hablaban de prepararme e instruirme, pero no sé para qué.

Saco el objeto que encontré junto a la ermita y se lo enseño a Adelia.

- Lo encontré junto a la ermita del bosque, cuando venía hacia aquí. No creo que sea la máquina a la que se referían.

Lo examinamos durante un rato, le enseño la música que se escucha al accionar el mecanismo y poner los extremos del hilo cerca de los oídos. Lo aparta de un manotazo, no parece gustarle mucho. Da vueltas al objeto sobre la mesa, como si buscara colocarlo en alguna postura, y de pronto afirma:

- Hay un objeto parecido a este dibujado en un libro de la biblioteca, estoy casi segura. Está lleno de dibujos de objetos extraños, y creo que uno se parece a éste. Es uno de los libros que estaban en el baúl de Johan, los que llevamos a la biblioteca cuando murió. Es de los pocos libros que guardaba en casa. Me extrañaría que usted no lo hubiera visto, precisamente hace poco revolvió toda la biblioteca.

Mientras habla, nos estamos dirigiendo a buen paso hacia la biblioteca. Adelia camina con decisión, parece saber exactamente donde se encuentra el libro. Seguramente yo lo habría hojeado alguna vez, no debe quedar aquí casi ningún libro que no se haya merecido al menos un vistazo en alguna noche de insomnio, pero ahora no lo recuerdo. Coloco la escalera donde ella me indica, me aparta y se sube de un salto.

Al momento exclama:

- ¡No está! Estaba aquí, estoy segura. Parece que hay un hueco. Sí, faltan más libros, este estante estaba lleno y ahora hay varios huecos. ¡Alguien se ha llevado varios libros! ¿Ha sido usted?

- Baja, no te vayas a caer. Mira, alguien ha entrado esta noche; ayer no dejé el cajón de la mesa abierto y no creo que hayas sido tú.

Aún desde arriba Adelia responde:

- Ya sabe que yo no suelo tocar su mesa. Hasta donde alcanzo a ver desde aquí, el polvo del resto de estanterías está intacto, sólo hay huellas recientes en ésta… han venido directamente a por estos libros.

Adelia baja de la escalera y entre los dos revisamos rápidamente la biblioteca, comprobando a primera vista que no falta nada más. En el cajón parece estar todo, tan sólo hay material de escritura. Probablemente han entrado por una ventana, no veo desperfectos pero estos ventanales grandes se abren con facilidad. Eso siempre que se logre llegar hasta ellos sin llamar la atención del personal de la finca ni alborotar a los animales.
Me pregunto quién habrá sido:

- El autor del robo no ha debido ser ninguno de los hombres de la taberna. Por lo que hablaron entre ellos, deduje que creían tener todos los documentos de mi abuelo, aunque no les era suficiente. Adelia, ¿recuerdas de qué trataba ese libro del dibujo, o alguno de los otros que faltan? ¿los leíste?

- No, creo que apenas hojeé el del dibujo del artilugio mientras ayudaba a colocarlos en las estanterías. Hace mucho tiempo, yo era una niña. El título decía algo de un viaje, por eso lo abrí mientras descansaba un momento, pensando que hablaría de lugares interesantes. Tenía muchas notas escritas entre renglones y en los márgenes de algunas páginas. A lo largo del libro aparecían dibujos de objetos que no indentifiqué, con formas muy rectas y aristas suavizadas, algunos con ribetes y protuberancias con símbolos geométricos grabados como el que usted ha traído. Los otros libros que faltan no los recuerdo.

- Así que trataba de un viaje… ¿pero a dónde?

- No lo sé. Pensé que esos objetos se encontrarían en el lugar objeto del viaje, pero no vi de qué lugar se trataba. Por lo que recuerdo todo el libro parecía estar lleno de consejos y advertencias sobre situaciones muy extrañas. Una página describía una especie de ritual de adiestramiento, con instrucciones para unos ejercicios mentales de preparación. En una de las notas en que reparé, se aconsejaba no perder la calma si los lugares conocidos llegaban a volverse irreconocibles, o algo así. No lo entendí, lo dejé en el estante y continué colocando libros.

Ambos intentamos atar cabos. Quiero que Adelia me cuente todo lo que recuerde sobre los asuntos de mi abuelo, pero antes organicemos las ideas…

- Puede que quien entrara aquí anoche viniera del bosque, y al pasar por la ermita perdiera el artilugio que yo recogí. Sería mucha casualidad que la misma noche que he encontrado el objeto, alguien se tomara la molestia de robar un libro con dibujos de ingenios similares y no tuviera nada que ver…

A Adelia le cambió la cara:

- ¡Claro, el bosque! Ahora recuerdo que en el libro había una hoja suelta, intercalada entre las páginas con un mapa dibujado, y reconocí el bosque en ese mapa. Estaba suelto, ¡puede que aún esté en el estante!

Subimos corriendo a la escalera, cada uno por un lado y levantamos los tomos que quedan alrededor de los huecos donde antes descansaban los libros ahora robados. Doblado y manchado, aparece un papel con un mapa dibujado.

Es un mapa de esta zona, antiguo y sin mucho detalle pero se reconoce perfectamente el pueblo, el bosque, la Colina del silencio e incluso se distingue el área donde está el panteón familiar. No parece tener nada de especial, salvo una marca en una zona del bosque alejada del camino, a bastante distancia del pueblo. Señalando la marca en el mapa digo:

- Cerca de esta zona me perdí. Pero que yo sepa, allí no hay nada más que algunos peñascos salteados entre la frondosidad del bosque, al menos en un par de horas a la redonda. No me pareció que me alejara tanto del camino como para llegar a esta marca, aunque en realidad también perdí la noción del tiempo.

Adelia, que estaba sacando sus propias conclusiones dice:

- Quien sea que haya robado los libros, probablemente llevaba consigo ese artilugio y eso quiere decir que venía del bosque o iba hacia allí. La ermita está de paso yendo hacia el punto marcado en el mapa, así que quizá fuera o viniera de allí.

- ¿Vendría de hacer el enigmático viaje del que parece tratar el libro robado?

Antes de que pueda lanzar al aire otra pregunta de las muchas que me surgen, Adelia un tanto exaltada se me adelanta:

- ¿Y qué tiene todo esto que ver con lo que le ha sucedido esta noche en la taberna de Molly? ¿Y con su interés de estos días de ir a Ynys? ¿Qué es lo que buscaba?

Resistiéndome a la necesidad de contarle las experiencias místicas que había sufrido en el panteón y en el bosque, en parte debido a mi propio escepticismo y en parte por ocultar la atrocidad que habían traído consigo, hago un esfuerzo por que ambos nos tranquilicemos e intento tomar las riendas de la situación.

- Adelia, ahora estoy muy cansado y no creo poder explicar nada coherente. Por favor, me gustaría comer, se ha hecho tarde.

- Es cierto, discúlpeme. Se me ha pasado la hora completamente…

- No, está bien. Comamos, luego descansaré un poco. Quizá mañana visite esa zona del bosque a plena luz del día. Pero antes me gustaría que me contaras todo lo que recuerdes sobre mi abuelo.

...Collector’s.