Mientras me cambiaba las ropas tras lavarme en el palanganero de mi habitación, escuché que Adelia me llamaba.
- ¡Señor, me voy! ¿Dónde está? ¡No trasnoche demasiado! ¡Y no descuide las comidas!
Asomando la cabeza con el torso desnudo, despedí a Adelia deseándole buen viaje, y me aseguré de que había organizado la visita de Roseline y su hija Rose.
Al salir de la habitación tropecé con el artilugio de melodías que estaba entre las ropas sucias en el suelo, manchado de sangre. Lo cogí y lo deposité en la mesa del recibidor, según salía a comprobar que Adelia ya había abandonado el recinto. Una vez fuera cogí agua del depósito que hay al lado del pozo y la eché en la pila de lavar situada en la cara sur de la mansión. Después entré de nuevo en la casa para salir inmediatamente con las prendas manchadas que me había quitado. Las metí en la pila y las dejé allí.
Durante un momento me paré a pensar. Me di cuenta de que cedía el deseo morboso de mostrarme capaz de decidir sobre la vida de otras personas. Esa sensación que había influenciado tanto mi comportamiento estos últimos días se estaba debilitando de nuevo. Iba estando más sereno, dueño de mis actos cotidianos sin la potente necesidad de crecerme ante la realidad y cambiarla drásticamente. Pero volverá, llevaba ocurriéndome ya demasiado tiempo como para creer que esto iba a quedar así.
Hace mucho que ya no me da por pensar en ello. Sin embargo hoy hay algo al fondo de mi mente que me hace revisar el pasado… ¿a qué influjos se referían los hombres que me drogaron en la taberna de Molly? ¿No tendrá algo que ver con los vaivenes cada vez más acusados de mi psique?
Mientras iba fumando de la pipa que me había preparado, cientos de pensamientos se agolpaban en mi mente. Al repasar los últimos acontecimientos la inquietud me sobrecogió. Quizá no estaba todo tan bien como creía.
Adelia siempre me ha sido totalmente fiel, abrumadoramente fiel diría yo, como si no hubiera otra alternativa para ella en esta vida. Además nunca le he dicho ni dejado ver del todo ciertas cosas, y ella no se entromete.
Pero ¿y si hubiera cambiado de actitud sin que yo me diera cuenta, aterrada por alguno de mis actos? ¿Y si ha decidido delatarme y ha ido en busca de ayuda?
Mi corazón palpitaba rápido. No, eso no ocurriría. Aunque no le gustaban muchos de mis comportamientos, nunca había mostrado el más mínimo gesto de miedo ni indignación por nada de lo que había visto, sólo desaprobación en algunos casos. De hecho se sentía segura a mi lado y confiaba en mí. Ella sabía que sucedían cosas que nos amenazaban a todos y que escapaban a nuestro control, y se afanaba en atenderme.
La pipa te enturbia la mente, eso no va a ocurrir. Pero parece que tus actos tampoco te han servido para avanzar en las investigaciones sobre el oscuro pasado de la casa, ni surten efecto alguno, como supuestamente podrían haber producido los extraños rituales en los que el abuelo Johan se debió ver envuelto, a juzgar por algunos de sus escritos. Quizá sólo heredé de su sangre algún tipo de locura.
Estaba totalmente ensimismado en mis pensamientos, sentado en el sillón de orejas, con todos los aparejos de fumar esparcidos por la mesita redonda cuando llamaron a la puerta con soltura. Pensé que sería Adelia que se había dejado algo, así que me acerqué tranquilamente y abrí de forma descuidada.
Era Adam.
¡Era ADAM!
Subidón de adrenalina. Temblor en los antebrazos. Flojera en las piernas. Presión en la cabeza. La pipa esparcida por el suelo. Hincho el pecho y…
Quizá en otro momento habría actuado con menos raciocinio. Pero me pilló en un estado peculiar, mi lado pragmático prevalecía sobre el instinto. Adam podía ser despiadado, lo sé, pero vi que no mostraba rostro de enfado y me agaché a coger la pipa mientras ganaba tiempo. Casi gritando para disimular el temblor de la primera impresión, dije:
- ¡Adam! Pero… ¿cómo has venido hasta aquí? Si me hubieras escrito habría ido yo a verte.
- No he venido exclusivamente a verte, no te hagas ilusiones. Tenía que resolver unos asuntos y esto me venía de paso.
Entramos, cerré la puerta y nos sentamos en los sillones del enorme recibidor.
- Estupendo, espero que pretendas pasar la noche aquí, tengo todo tipo de comodidades en esta casa.
- No es mi intención invadir tu casa sin previo aviso, mis ayudantes están en la posada del pueblo y en este momento se estarán encargando de mi alojamiento.
- Ya, bueno pues si no tienes una excusa mejor, serás mi invitado esta noche. ¿Quieres tomar una copa?
Parecía ser una visita despreocupada, aunque Adam no era una persona de las que solían visitarte por nada. Con su mirada leía tu mente, estoy seguro de que leyó en mi alma la sorpresa que me llevé al verle. Quizá no fuera buena persona, pero desde luego su conversación era interesante. Tomamos una copa, fumamos, y charlamos de diversos temas. Dimos un paseo por los alrededores de la casa, y después entramos para cenar.
Como no tenía ayuda me disponía a preparar la cena yo mismo cuando Adam me preguntó por la última chica que me envió. Le hice un gesto leve indicando que no volvería. Puso mala cara, chistó y dijo que eso no podía volver a ocurrir:
- Por lejanos que sean, la gente tiene conocidos que tarde o temprano terminan haciendo preguntas. No puedo permitir que mi negocio peligre de esta manera. No te mandaré a nadie más, tendrás que entenderlo.
No se había enfadado mucho. Con lo cruel que le he visto ser en ocasiones, no me esperaba esa actitud. Incluso parecía darle reparo no poder complacerme. Me pareció rarísimo, no sé qué habría visto u oído, pero el tigre implacable hoy parecía un gatito.
La cena fue un tanto sobria, comida recalentada y buen vino, eso sí. Mientras cenábamos me habló francamente:
- Tienes que ayudarme. Cometí el error de escuchar lo que no debía y ahora me persiguen.
- ¿Que te persiguen? ¿Quién? ¿Qué es lo que escuchaste?
- ¡No quieras saberlo! Yo nunca debí oírlo, ojala pudiera olvidarlo. Aunque quizá a ti no te fuera ajeno.
- ¿Cómo? Perdona pero me he perdido algo. Qué me estás…
- Sí, la gente esa con la que andas, creo que son quienes me persiguen. Por eso quizá tú me puedas ayudar.
- Pero vamos a ver, Adam, ¿de qué me hablas? ¿qué es lo que has hecho?
- Esto no tiene nada que ver ni con la mayor maldad que yo jamás hubiera podido cometer. Escuché un terrible relato de otro tiempo que pude relacionar con decenas de sucesos sin explicación de los que estas tierras llevan siglos siendo testigos. Fue terrible. Lo escuché de boca de quienes se ven contigo en aquella taberna de Molly los días que el resto del pueblo tiene prohibido acercarse.
Parecía que Adam sabía más sobre todo aquello. Con mi silencio le induje a seguir hablando:
- Tienes que decirles que prometo guardar silencio, que yo nunca hablo con nadie, que soy un loco al que nadie escucharía… que lo olvidaré con el tiempo, que no sé ni lo que oí…ni lo que vi…
Se derrumbó, estaba desesperado. No quería decirle que yo no tenía nada que ver, para poder sonsacarle toda la información posible. Y me aproveché de sus temores:
- Adam, si te persiguen desde Menai Bridge, ¿cómo es que aún estás vivo?
- ¿Ves? lo sabía, mi vida pende de un hilo… tú lo sabes todo, sabes que es un milagro que haya llegado hasta aquí… todos lo saben, están por todas partes… tienes que ayudarme, no sé dónde ir…
Uf, se puso demasiado nervioso, parecía que iba a perder el juicio. Decidí no abusar más de su estado. Le preparé una copa mientras le tranquilizaba.
- No, Adam, me refiero a que quizá no te persigan. Yo no tengo nada que ver con esa gente, pero quien fuera tu perseguidor habría tenido mucha paciencia siguiéndote durante tanto tiempo.
- ¿No tienes nada que ver con ellos? ¡O sea, que no me puedes ayudar!
Cada vez estaba más tenso. Al decirle que yo no tenía nada que ver se desorientó completamente.
- No hay nada que hacer, ¡estoy perdido! Son poderosísimos… y tú no puedes ayudarme… aquél relato es real, todo encaja… no serías capaz de imaginar mi perplejidad ante tal espeluznante testimonio y los hechos que lo probaban… Si se supiera sería… sería… pero no, no puedo contártelo, te estaría condenando. Tengo que irme… dónde puedo ir…
Se puso a dar vueltas como un poseso por la estancia. No sabía qué hacer. Yo trataba de tranquilizarle cuando de pronto se paró en seco. Se giró hacia mí con la cara desencajada, pálido como un cadáver y dijo:
- ¡Tú eres uno de ellos! ¡Me habéis tenido a prueba!
Se iba echando hacia atrás como si yo fuera un vampiro al que no quisiera ni rozar, y por fin estalló en locura extrema. Pegó un manotazo en la mesa del recibidor y empezó a correr por la casa como si huyera de mí, exclamando todo tipo de incongruencias.
Me di cuenta de que el manotazo se lo había dado al extraño aparato de música que yo dejé en la mesa aún manchado de sangre. Adam lo había visto y eso le hizo pensar que yo tenía algo que ver en su tormento.
- ¿Pero qué te pasa? Yo no voy a hacerte nada, sólo quiero ayudarte. Ese objeto lo encontré en el bosque, no te va a hacer daño ¿Dónde vas? ¡Baja de ahí!
Estaba subiendo las escaleras del caserón despavorido y gritando:
- ¿De dónde vienes tú? ¡Aún queréis algo de mi antes de matarme! ¡Has venido de otro tiempo a por mí, lo noté la primera vez que te vi! Habéis experimentado conmigo… y con las chicas… no te acerques a mí… estáis confabulados…
Había perdido la razón; algo muy grave le debía haber sucedido para causarle semejante demencia.
Yo iba detrás de él pero él subía un piso tras otro muy rápido, golpeándose con las paredes. Cuando lo pude alcanzar ya era tarde. Había llegado hasta la torre y se había encontrado con la impactante escena que protagonizaba Johanna, colgando a un palmo del suelo, bañada en sangre, sin ojos, los pezones desgarrados y el cuello roto.
Esto ya fue demasiado para él. Para colmo se había resbalado y estaba en el suelo boca arriba, pataleando, rebozándose en la sangre semiseca como un cochino jabalí en el barro, con los ojos a punto de salírsele de las cuencas amoratadas, clavados en el infinito en dirección al martirio.
Cuando quise acercarme para ayudarle no tardó ni un segundo en ponerse en pie y saltar por un vano de la torre.
Llegué al borde y me asomé. Se había dado un primer golpe tremendo de costado en el tejadillo de la tercera planta, cerca del borde. Rebotó como un muñeco inerte y con la poca luz que había pude ver cómo caía al suelo. Por si fuera poco había caído sobre la valla de madera que hay detrás de la cocina. Quedó en una postura espantosa.
Miré hacia arriba y volví a mirar hacia abajo. Miré el reloj.
Tenía un par de tareas de limpieza por delante antes de disfrutar la siguiente pipa esta noche.
...Collector’s.
Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.
ResponderEliminarImpaciencia por leer el próximo capítulo.
ResponderEliminarYo creo que el tio es como un avatar, no esta ahi en verdad.
ResponderEliminarMatrix. Se ha suicidado porque ha descubierto que es parte de una realidad virtual.
ResponderEliminarHijos de la gran no me boreis los mensajes. CABRONES
ResponderEliminarNi realidad virtual ni pollas en vinagre. Deja de ver dibujos animados para subnormales.
ResponderEliminarSi te jode que borren los comentarios no los pongas anónimos, bastardo. Además aquí se borra lo que nos sale del ojete.
Ten los huevos de poner quien eres. O tienes miedo que te puedan hundir el cráneo con un adoquín?
Por cierto, pincha los putos anuncios de la parte inferior, copón. Que no te cuesta nada.
Pues entonces será un avatar o un puto loco.
ResponderEliminarTodavía lleva los ojos en el bolsillo
ResponderEliminarEstarán en la ropa sucia que echó a lavar
ResponderEliminar