Iniciativa ALECAR

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Si Stephen King y Peter Straub lo hicieron, nosotros también.

viernes, 14 de mayo de 2010

10 - La máquina

¿Qué me está pasando? ¿Dónde estoy?

El sonido ambiental que a menudo pasa desapercibido se acaba de transformar súbitamente en un silencio brutal…

Un millón de pensamientos atraviesan mi mente de un lado a otro con violencia y descontrol, como si quisieran salir de mi cabeza. Estoy sordo, ¿he sentido la onda expansiva de una explosión? Me atraviesa como un rayo el recuerdo de los peligrosos juegos cuando era niño, con la pólvora que robábamos al paso de los carros de mercancías que transitaban por el camino principal a través del bosque.

No, no estoy sordo, oigo mi corazón fuerte y rápido, estoy asustado como un perro… y un zumbido, oigo un zumbido cada vez más fuerte acompañado de un dolor de cabeza agudo. Si sigue aumentando no lo podré aguantar. Estoy desorientado, miro al frente y los ojos me dan un vuelco, creo que se me quieren poner en blanco. Hago un esfuerzo y veo al hombre de la cicatriz muy lejos, como si estuviera mirando por un catalejo al revés… ¿Dónde estoy? Ah sí, sigo en la silla del comedor de la taberna de Molly, reclinado hacia atrás, inmóvil, estoy mareado, veo en blanco y negro… y borroso. Pero al menos aún puedo ver algo, en la zona tímidamente iluminada por las velas parece que cada vez hay más gente... diría que algunos son muy ancianos… me duelen las cuencas de los ojos al intentar enfocar, bailan caras en mi mente… no reconozco ninguna.

Algo de toda esta pesadilla me resulta familiar… ah sí, los excesos con la pipa y los licores en ocasiones me han producido efectos similares, sensaciones de desvanecimiento alternándose con instantes de cristalina claridad, mientras un mareo general distorsiona mis sentidos. A veces he tenido alucinaciones tan reales que aún dudo si sólo las imaginé, hay brebajes que han alterado mi mente hasta transformar el sonido del viento en cien mil jinetes al galope, y otros me han hecho ver cómo crecen las plantas y se abren las flores en plena noche invernal. He sentido por la espalda golpes y susurros que me han hecho girar sobre mí mismo dando manotazos al aire como un loco en la oscuridad; incluso una vez creí haber sorteado a la propia muerte, sin más armas que mi pericia. Pero ahora me encuentro mal de verdad. ¿Me habré intoxicado? ¿Qué he comido? No, temo que haya intención… ¡me han drogado!

Un nerviosismo estéril recorre mi cuerpo, sólo por dentro porque soy consciente de que no estoy moviendo ni un músculo. El hecho de no tener fuerzas para moverme me está alterando aún más, me siento atrapado en mi cuerpo, como enterrado en vida.

Me hablo a mí mismo - mantén la calma, recuerda tantas ocasiones en las que no tuviste medida con hierbas y mejunjes, sabes que lo mejor es tranquilizarse, todo va bien… respira, ya pasó el dolor de cabeza.

Sigue el zumbido pero ahora además oyes voces muy lejanas. Mira a tu alrededor, apenas ves pero hay gente importante. Lo notas por los gestos borrosos de algunos, que se desviven por complacer a otros, pero nadie parece haber reparado en ti. Ya te estás alterando otra vez. Están lejos, bañados por la luz titilante de las velas y el fuego, y tú estás en penumbra. Estate tranquilo.

Al relajarme un poco me doy cuenta de que llevo un rato oyendo frases sueltas…

-…. no podemos consentir que salga del círculo ahora… vuestra colaboración es vital… por su propio bien, y el de todos… no se nos puede ir de las manos…si aún hay tiempo, instruidle poco a poco…

¿De qué hablan? Un individuo alto de pelo largo y gris es el que está hablando… sigo sin ver apenas nada, y el estómago me da vueltas… lleva algo en la mano que podría ser un báculo y una especie de capa larga… afino la vista… los demás están a su alrededor, deben ser diez o doce… parecen muy pequeños al lado del hombre de la capa. Más que respeto diría que le temen, se acercan a él como si siguieran levemente algún protocolo apenas perceptible.

-¿Ha sufrido los influjos?

Es el hombre alto, le está preguntando al tuerto de la cicatriz en tono autoritario.

- Creo que sí, tengo entendido que ha matado a un mendigo. Pero no he tenido tiempo de oírlo de su propia voz porque estaba tan sediento que ha tomado demasiada dosis y ha perdido el conocimiento. Se ha dado un golpe en la cabeza.

Se refieren a mí, creen que estoy inconsciente… y no se equivocan demasiado, prácticamente lo estoy… caería en un profundo sueño si no tuviera este dolor en el estómago…

- Entonces no sabemos si lo intuye.

- Creo que no…

- ¿Crees? ¿Crees? ¡Aquí sólo creemos lo que sabemos! Y ahora todo lo que nos ha llevado siglos construir está en juego y tú dices que crees. Tenemos que estar completamente seguros o decidirán pararlo todo, ¡pararán la máquina!

Crece un murmullo entre los presentes, y continúa:

- De cualquier modo tendremos que mostrárselo por completo, siempre será mejor guiarle que negarle la realidad.

El hombre alto está hablando con tal contundencia que nadie esperaría una réplica, claramente es el superior de los otros. Todos parecían inquietarse ante la idea de que detuvieran el funcionamiento de algún artilugio, como si su vida dependiera de ello.

- ¿Qué motivos hay para que pueda intuir algo?

El tuerto parece disfrutar de un trato especial, se permite replicar al hombre alto sin que éste entre en cólera.

- ¿Es que acaso no sabes que Johan hizo experimentos por su cuenta?

- Sí, pero y eso que t...

- No lo sabemos, pero es posible que lograra avances importantes. Aún se puede llevar a un estadio superior, infinitamente superior. Lo que nosotros sabemos no es nada comparado con lo que pudo averiguar.

- Tenemos sus escritos.

- No todo está escrito en papel. Él es su nieto, su sangre. También le buscarán…

Mientras me señala, resuenan las últimas palabras del hombre alto en el comedor. Mi estómago cobra vida en una convulsión y comienzo a vomitar con gran estruendo. Todos me miran mientras me retuerzo apoyándome en la mesa. Para mi sorpresa el tuerto viene a asistirme con mucho interés, no parece que me quieran hacer daño.

Esa droga me está matando, me encuentro fatal. Me trae una bebida espesa, y se vuelve hacia el hombre alto.

- ¿Le preguntamos? Ya se está despejando, ahora dirá la verdad.

- Llévale a dormir. Mañana no recordará ni qué cenó.

El tuerto, con su enorme cicatriz y el ojo blanco me coge en vilo y me lleva escaleras arriba a un dormitorio. Aún sin una mano se desenvuelve perfectamente, debe tener una fuerza enorme. Me deposita en la cama y sale de la estancia.

Cuando subíamos las escaleras pude ver como abajo se estaban sentando todos alrededor de una mesa.

Nada más irse el tuerto, dejo de notar el colchón bajo mi espalda y siento que caigo al vacío. Inconsciente o dormido, me da igual.

...Collector’s.